La condesa de Camus
Lady Madeleine no podía comprender cómo perderse una noche de tormenta en el bosque cercano a la casa donde pasaba unos días con su familia, acabaría conduciéndola al matrimonio con uno de los mayores e impenitentes calaveras de las Islas.
El conde de Camus conocido como un libertino, un hombre deseado por las mujeres y envidiado y odiado por igual por muchos de sus congéneres, se vio avocado a un matrimonio que ni esperaba ni deseaba. ¿Cómo había acabado en esa situación?
¿Podría un libertino reformarse cuando no deseaba ser reformado? ¿Podría ella perdonarlo y creer que podrían llegar a formar un matrimonio real?

La dama sin nombre
Huyendo de sus tíos, de sus planes para ella e incluso de su posible asesinato, Lady Adeleine Claire de Forley, adoptó una nueva identidad. Tenía la esperanza de hallar un lugar seguro donde dejar pasar los meses que restaban para cumplir la edad de ser libre. La edad en que ya no sería pupila de su tío y podría recibir su dote con la que empezar una nueva vida lejos de él, de su tía y sus primas.
Lord Alexander de Camus, marqués de Southern, no podía imaginarse lo que le depararía acudir a pasar unos días en la casa de su tía. Esperaba contar con la relajada compañía de su familia, pero nunca resultar prendado. Enamorarse era lo último que podría esperar y menos acabar enamorado de una joven alejada de cualquier otra que hubiere conocido, más, cuando ni siquiera conocía su verdadero nombre.
Una nueva huida solo logró alejarlos y saberse avocados a peligros para ambos, pero, ¿qué mayor peligro hay que enamorarse y perder al objeto de nuestro deseo?

La Elección De Una Duquesa
Tres semanas en Bath era lo que la vizcondesa de Antonwe pensaba pasar en la tranquilidad propia del lugar junto a su cuñada, lady Evelin y sus tres hijas, lady Eliza, lady Coralina y lady Leona. Deseaba socializar de modo sosegado y, quizás, inclinar un poco la fortuna a su favor y encontrar algún buen pretendiente para sus hijas, entendiendo por tal a adecuados caballeros con título o herederos de los mismos que gozaren de una buena posición económica y social. Pero lo que lady Antonwe no sabía es que ni todos los hombres son lo que aparentan ni menos sus intenciones para con sus hijas, sobre todo cuando éstas acaban enredadas en un complot que bien podría afectar a la Corona y a sus propias vidas.
Siendo un caballero heredero de título y, además, uno que se preciaba de no dejarse cazar por matronas o por las dulces pero ávidas palomitas del siempre ansioso mercado matrimonial de la aristocracia, lord Bromder, heredero del duque de Plintel, no podía imaginar que precisamente alejarse de unas damas solteras y menos de una que aparecía ante sus ojos como constantemente necesitada de protección incluso de su propia persona, era lo que su estancia en Bath no iba a permitirle, no sin atentar contra su honor ni sus deberes para con la Corona. Debía elegir, proteger a una dama de un peligro cierto o protegerse a sí mismo de la dama y del camino que el caprichoso destino parecía empeñado en marcar para él y su futuro. Elegiría bien o se condenaría para la eternidad y no precisamente a los fuegos de los infiernos sino de los de un yugo más certero.

La marquesa virgen

Nacida, educada y preparada para ser la esposa de un noble de alta cuna, educación y preparación como ella, lady Olivia, hija del vizconde de Grossem no esperaba convertirse en el principal escándalo de la aristocracia de las islas.
Lord James, marqués de Wellington, primogénito y heredero del duque Frettorn, provocó el escándalo, el perjuicio y el daño, que no así la reparación y el perdón. Para cuando recuperó la cordura, parecía ser demasiado tarde y no solo para él, sino incluso para quién, sin comprenderlo, le hizo desear el perdón sobre todas las cosas.


Lady Hope
Abandonada apenas unos días antes de su boda por su prometido que, con la ayuda y asentimiento de sus propios padres, la cambiaba por su propia hermana, Marian de Gremby dio un giro a su vida marchando a la propiedad que le hubieron dejado sus tíos alejándose de su familia, sus recuerdos e incluso de sí misma. En su nuevo hogar descubrirá qué es el amor y lo que éste puede lograr. Pero no todo será tan fácil. Habrá de luchar contra secretos, mentiras y engaños que la harán dudar de todos y todos y quizás renunciar a sus nuevos sueños y esperanzas.
Aquiles, Marqués de Reidar y futuro duque de Chester, lo tenía todo; Atractivo, fortuna, altas dosis de temeridad y seguridad en sí mismo que le reportaban la envidia y el respeto de sus congéneres masculinos y los suspiros y entregados brazos de cualquier dama que se propusiere. o eso creía. Sí, lo tenía todo, o eso creía. Solo una joven terca, cabezota y completamente ajena a su encanto le abrirá los ojos a la verdad. Le faltaba lo único que nunca hubo buscado y que, sin embargo, era lo único que deseaba; el amor de la única mujer destinada a ser su terca pareja.

Matrimonio de conveniencia
Lady Camile Albanier, hija del conde de Cromerton, empezaba a conformarse con su destino de solterona en ciernes, pues a sus veinticinco años seguía sin contraer matrimonio cuando nada más y nada menos que uno de los hombres más deseados de la sociedad pidió su mano en matrimonio. Sí, lord Lucas Laydon, marqués de Galvert, había sorprendido a su familia y a ella misma pidiendo su mano, bien era cierto que no era una petición cargada de palabras de amor, de dulces halagos ni coloridas promesas, más, por el contrario, era una petición formal para un "matrimonio de conveniencia".
Sin engaños, sin promesas tiernas ni dulces ofrendas acudía al altar, más, no por ello una chica no sueña con lograr el corazón de un esposo atractivo, seductor y experimentado. ¿Conseguiría aquélla joven que parecía avocada a la soltería lograr el corazón de su adusto marido? ¿Conseguiría derribar las trabas que él le había impuesto desde el mismo momento en que era declarada su esposa y a él su esposo? ¿Estaría él dispuesto a dejarse vencer por ella? Quizás se había casado, pero el destino la había marcado como solterona y solterona sería o esa era la firme conclusión a la que la nueva marquesa de Galvert llegaría con pronta certeza.

Tú serás mi lady Pilferer

"Tú serás mi lady Pilferer": Es el tercero de los libros, tras "Lady Hope" y "Una dama para Lord Latimer" que sigue los vaivenes a los que han de enfrentarse ciertos caballeros, ciertos seductores impenitentes, para conquistar el corazón de las mujeres destinadas a ser algo más que sus conquistas si están dispuestos a reconocer en ellas lo que el destino les tiene preparado. En esta nueva entrega, el protagonista no es otro que el vizconde de Glocer.
Todo libertino debía tarde o temprano asentar cabeza. Ese parecía el nuevo credo seguido por sus amigos. Esa idea flotaba dentro de la cabeza de lord Julius, vizconde de Glocer desde hacía unos años. Todos ellos habían crecido en el seno de familias nobles cuyos nombres, blasones y títulos, y las responsabilidades que acarrearían, acabarían recayendo en sus manos de uno u otro modo, pero ello no les hubo impedido convertirse en los favoritos de cuantas mujeres posaban sus ojos en ellos, acarreándoles calificativos como seductores impenitentes, calaveras, libertinos o vividores. Aún con ello, la posición, título y relaciones de todos ellos les permitía ser las piezas a abatir por todas las matronas, mujeres casaderas y padres ansiosos de las islas. Él no huía del matrimonio sin más, pero tampoco estaba deseando atar su vida a cualquier mujer solo para atender unas estrictas normas, pero Julius sabía que su suerte parecía echada y que tarde o temprano el destino le mordería el trasero como había mordido el de sus mejores amigos que poco a poco habían ido cayendo en las redes del matrimonio y lo que era más aterrador, de modo voluntario y entregados de brazos abiertos a la vida sensata y estable de "calaveras redimido" como gustaba a muchas damas tildarlos.
¿Pero cómo podía redimirse cuándo la que parecía convertirse en la obsesión de su vida era más pendenciera, peligrosa y temeraria que él?
Lady Alison Dikon, la menor de las hijas del conde Dillow, era toda corrección, circunspección y timidez a los ojos de todos, especialmente de su familia, pero dentro de ella bullía un deseo de libertad, de justicia, de ayudar a cuántos merecían ser ayudados y protegidos. Pero quizás ella fuere quién más necesitase ayuda, protección y cuidados, por mucho que se negase a admitirlo. Quizás, ese hombre que no hacía más que reprenderla, hacerla enfadar y sacar de ella su lado más rebelde, fuere quién el destino había previsto como su protector.

Una dama para lord Latimer
Aurora Stevenson vivía alejada de los oropeles y grandiosas fiestas de la aristocracia y la nobleza que tanto desconocía pues nunca perteneció a ella. Vivía inmersa en su pequeño mundo donde las cosechas, las pequeñas reuniones o fiestas locales y algún acontecimiento familiar constituían las pocas emociones de su existencia. Lo único que ese año parecía sacaría de su rutina por unos días a los habitantes de la zona era el que se rumoreaba podría ser el acontecimiento del año, la unión de las dos familias más prominentes de la zona, el heredero del duque de Frenton, lord Latimer Ruttern y la hija del vizconde de Lindlley, lady Helen. Poco podría imaginarse lo equivocada que estaba respecto a todo lo que le rodeaba, incluida su propia vida.
Lord Latimer Ruttern, heredero del ducado de Frenton se encontraba por fin decidido a unir su vida a una dama que diere cierta tranquilidad y paz a su existencia y también un futuro estable al ducado y al título. Paz, sosiego y tranquilidad eran lo que su mente reclamaba tras los duros años pasados recuperando la fortuna y el nombre del ducado tras los líos y escándalos en que los sumió su alocado hermano menor antes de su regreso de Francia. Tras la batalla de Waterloo, Latimer perdió durante un tiempo la memoria y, con ella, toda consciencia de quién era y de su vida antes de la guerra. Pasado un tiempo en que su familia y amigos le daban por muerto y recuperados sus recuerdos y así su propia persona, Latimer regresó a su hogar encontrándose, sin embargo, a unos padres felices de su vuelta, más también sumidos en un desasosiego comprensible por las actuaciones de su alocado hijo menor, su hermano Crom. Solucionados todos ellos tras algunos años difíciles, deseaba un poco de paz y, quizás, una dama adecuada, con un carácter afable y agradable, se la diere. Quizás lady Helen, hija de lord Lindlley, vecino de la propiedad ancestral de los duques fuere esa dama. Pero ni los planes ni sus deseos eran los que realmente pensaba y menos perseguiría.

Tú serás mi chica de la puerta azul
Ella era tímida, del todo ajena al mundo en el que él se movía y carecía del aspecto que solían tener las mujeres que él llevaba colgadas de su brazo, aun así, lo atraía de un modo que lo desconcertaba y lo asustaba.
Él era demasiado atractivo, demasiado seguro de sí mismo, demasiado arrogante, era demasiado de todo lo que ella detestaba. Era un capullo con mayúsculas, aun así, lograba desconcertarla y despertar su lado más desconocido, atrayéndola y poniéndola en guardia hasta el punto de querer esconderse para no salir herida.
Dedicar sus vacaciones a viajar a un pueblecito italiano para cuidar y atender al hermano de Ron, marido de una de sus mejores amigas, que, tras un pequeño accidente necesitaba ayuda, no había sido la mejor de sus ideas y menos cuando el hombre a su cuidado era tan guapo y atractivo como "capullo". De hecho, Clara no tardó en pensar en Alex cómo un capullo arrogante merecedor del premio al "mayor capullo sobre la faz de la tierra".
Quizás había algo malo en ella para que ese capullo lograse enfadarla con la misma facilidad que lograba atolondrarla con sus sonrisas de seductor y su aspecto de perfección masculina cuando ya había logrado olvidarse de él y de su breve y forzada convivencia muchos meses atrás.
Alex no sentía gusto alguno por las parejas estables, de hecho, no escogía a sus amantes por sus atributos fuera de la cama, sino precisamente por la falta de ellos para ser novia formal. ¿Por qué demonios iba a sentirse atraído por esa española que tiempo atrás le cuidó como un favor a su hermano? Quizás fuesen remordimientos de conciencia por lo mal que se portó con ella o quizás simple curiosidad por un tipo de mujer completamente alejado de aquello a lo que estaba acostumbrado y que le gustaba. Además, ¿por qué iba a querer cambiar su vida, su estupenda vida, para llevar una distinta?

¿No te lo habia dicho Cariño? Los Polos Opuestos se atraen

Carola nunca imaginó que podría pasar de ser la simple contable de una de las filiales de Hamilton Inc. a ser la persona encargada de realizar la auditoría de toda la empresa. Después de todo, lo único que había hecho para atraer la atención del dueño de la empresa era quejarse de uno de sus superiores sin ser consciente de quiénes la escuchaban. Pasó de ser una desconocida hormiguita dentro de uno de los grandes conglomerados financieros del oeste de los EEUU. a trabajar bajo la mano y la orden directa del dueño de ese conglomerado. Un ascenso estupendo si no fuera porque trabajaría a las órdenes de un hombre que conseguiría arrancar un suspiro de pura inconsciencia a la más experimentada mujer pues parecía hecho para ser admirado y deseado sin siquiera proponérselo. Concentrarse en el trabajo y soñar con su jefe, dos cosas que no sabía si podría hacer, al menos no a la vez. ¿Se podía ser más afortunada y más desgraciada?
Andrew Hamilton salió de una simple reunión con el director de una de sus filiales con la preocupación de que alguien en su sede central no hacía bien su trabajo y con la alarmante sensación de vértigo que una contable de ojos azules y lengua mordaz provocaba en él con solo posar esos ojos azules en él y, lo más preocupante, con solo mirarla él.
El desvío de dinero en su empresa, el asalto de un empleado resentido en sus oficinas y, sobre todo, una contable que alteraba sus sentidos, eran demasiadas cosas para afrontarlas sin meter la pata las más de las veces, sobre todo cuando admitir los sentimientos por una respondona y peleona mujer no estaban, ni por asomo, dentro de sus planes.