#1 Ama a tu lobo como solo tú sabes hacerlo
Criada en el seno de una típica familia de clase media, nadie que observase a Andrea Johanssen podría imaginar ni el mundo en el que vivía ni el secreto que se escondía tras su origen. Con dos hermanos y unos padres miembros de un clan, formaba parte del mismo por vinculación familiar, pero ella nunca había sido como ellos y, en el fondo, eso la hacía sentir de menos ante muchos de los que formaban ese clan, sobre todo ante algunos como los Andrews. Desde luego, su diferencia era algo que ni Din ni River Andrews le hubieron permitido olvidar durante sus años de escuela, convirtiéndola en objeto de sus burlas y bromas y, aunque no dejó que hicieran mella en ella, tampoco podía dejar de lado la verdad de fondo de las mismas. Ella no era ni lobo ni oso como el resto de los miembros del clan.
Din Andrews era lo que todos esperarían; Un chico guapo y popular, un perfecto hijo y un perfecto ejemplar de lobo. Sí, él era fuerte, listo, triunfador, pero, en el fondo, se sentía una persona incompleta, una persona a la que le faltaba algo que se negaba a admitir. Crecer sintiendo una desconcertante necesidad por una niña ajena en todo a él y lo que representaba, le mortificaba desde la primera vez que posó sus ojos, su olfato y sus sentidos salvajes en ella. De crío la convirtió en objeto de sus burlas y sus crueles bromas como medio para obligar a su lado salvaje y a sí mismo a apartar las sensaciones que su cercanía le provocaban. De adolescente se negó a admitir la evidencia que su raza, sentidos y naturaleza le gritaban como cierto y evidente, pero, de adulto, no podía ni debía seguir ignorando lo que era imposible ignorar y más aún evitar.
Ella era suya, él le pertenecía y debía ganársela aun sabiéndose no merecedor de ella por haberla tratado tan mal durante tantos y tantos años.

#2 ¿Qué eres tú?
Seguro de sí mismo, atractivo, inteligente, rico y habituado a dar órdenes que son rápidamente obedecidas, Alec no podía creer que la chef deslenguada de su hotel tuviere el descaro de contradecirle, reprenderle e incluso mostrarse en exceso mordaz en cuanto cruzaban dos palabras y que, para colmo, eso le gustase más de lo racionalmente comprensible. No conseguía mantener el control de sus sentidos y deseos de hombre cuando la tenía cerca. Ignorando su regla de no salir con empleadas y de no involucrarse emocionalmente más allá de lo que era capaz de controlar con fría serenidad, se lanzó de cabeza a una relación con esa deslenguada chef que lo volvía loco. Descubrir que un demente desconocido quería matarlo al mismo tiempo que una nueva realidad que desconocía surgía ante él como algo cierto y real, por increíble que pudiere resultar a sus ojos y a los de cualquier persona cuerda, quizás fuese demasiado incluso para él.
Hija, hermana, amiga, chef y loba. Sí, también era una loba perteneciente a un clan de lobos que habitaban en Montana. Endira era feliz en su faceta de loba. Le encantaba su parte lupina, su lado salvaje y lo que sentía cuando su loba y ella se conectaban e incluso cuando dejaba que su parte de loba le dominase. El único problema era que, ese hombre que durante meses le hubo vuelto loca con sus quejas, sus sugerencias y sus veladas órdenes, ese director del hotel recién llegado a su hogar, ajeno a su mundo, a su raza, a su verdadera naturaleza, ahora le volvía loca, pero de un modo bien distinto al que lo hacía antes de tenerlo frente a ella con esos ojos grises y esa sonrisa seductora alterando sus sentidos de mujer y loba y, a pesar de saber que su relación carecía de futuro, no podía resistirse a él. ¿Cómo reaccionaría cuando conociese su verdadera naturaleza?